8 de enero de 2010

De vuelta por aquí

No, no es fácil volver por acá. No es fácil re-leer mis letras y encontrarme con que durante mucho tiempo, mucho, este espacio estuvo dedicado casi completamente a Leonardo. Primero a su aparición en mi vida y todo lo que ésto despertó en mí, y luego al profundo dolor de su corta estancia en este mundo.

El tiempo ha pasado, y volver a escribir en este espacio ha sido muy difícil. Al principio no tenía mucha idea de lo que podría estarlo dificultando, pero creo que empiezan a aparecer algunas respuestas.

Me siento un poco tonta aceptando abierta y públicamente esto, pero necesito nombrarlo: me siento desleal siendo tan feliz, es como si de cierta forma al volcar todo mi amor a mi segundo hijo, olvidara que el primero existió. Y mientras lo escribo también vienen a mi mente los cientos de momentos en los que he amamantado a mi hijo, le he cambiado el pañal o nuestras miradas se han cruzado, y le he dedicado a Leonardo un pensamiento, un recuerdo, cientos de lágrimas. He lamentado tantas veces no haber podido hacer todas esas cosas con Leonardo, no haberlo conocido, ni siquiera saber si su hermano se parecería a él.

Desde que Alejandro nació, Leonardo ha estado más presente. Desde entonces he notado en la mirada de mi gente, en sus palabras, en su silencio, que Leonardo está presente, que al darle la bienvenida a Alejandro también piensan en que no pudieron dársela a Leonardo. Yo misma, en el momento en que Alejandro nació, unos segundos antes de que lo escuchara llorar (nunca antes un llanto así me había llenado de tanta felicidad), Leonardo estaba en mi mente, y en silencio imploraba con fuerza, con el cuerpo temblando de miedo y de confianza, que esta vez la historia se escribiera diferente. Y cuando Alejandro llegó a mi habitación, así, chiquitito, frágil, tierno, bien peinadito, Leonardo estuvo presente para todos los que estábamos ahí, hicimos un largo silencio, un silencio lleno de respeto y de melancolía, y lloré, lloré largamente la ausencia de mi hijo matizada ahora por la presencia de Alejandro.

Esa fue la primera vez que estuvieron juntos mis dos hijos, con Alejandro en mis brazos y en mi corazón, y Leonardo sólo en mi corazón, lloré con fuerza a Leonardo, lloré con fuerza el contraste, lloré con fuerza la alegría, lloré con fuerza las nuevas páginas en blanco, lloré con fuerza el punto final. Lloré con fuerza mis primeros pasos fuera del hospital, con los brazos llenos de mi pequeño, de su calorcito, de su pequeñez, de su milagro.

A esa primera vez han seguido muchas otras, cientos de lágrimas han rodado por mi mejilla y caído sobre Alejandro mientras él se alimenta y me mira fijamente a los ojos. Cientos de lágrimas han nublado mi vista mientras cambio un pañal enmedio de la noche. Cientos de lágrimas han humedecido la ropa que Leonardo heredó a su hermano.

Y así, con lágrimas, quiero ir abriendo este espacio a Alejandro, quiero ir haciéndolo suyo, él también tiene derecho a ocupar líneas y palabras. Sé que para mí, y muy seguramente para quien siga leyéndome, la ausencia de Leonardo estará presente en cada palabra dedicada a Alejandro. Esa es mi historia, esa fue la historia de Leonardo, y esas son algunas de las páginas de la historia que Alejandro irá escribiendo.

1 comentario:

Ingrid dijo...

Te leo y sonrío... por Leonardo, por Alejandro y por ti. Me gusta saberte plena.

Felicidades y un excelente 2010.