21 de enero de 2016

Lo mismo que no es igual.

Como aquéllos que dejan su tierra para que otra los adopte, y al volver miran todo diferente, y también igual...
Como las mariposas que dejan la crisálida, y al hacerlo saben que son diferentes, y las mismas...
Como las serpientes que dejan la piel vieja dando la bienvenida a una nueva....

Así yo, hace un par de días, releyéndome aquí.

Ha sido interesante volver a este lugar, tan íntimo, tan mío. Recorrer, a través de las palabras, los caminos andados, los rincones de mi alma. Sin duda soy la misma, y no igual. Hay cierto gozo, discreto y delicado, de saberme recorriendo el mismo camino, y un camino diferente.

El dolor está, sé que estará siempre, y ya no está a flor de piel. La herida ha cicatrizado, la cicatriz se nota a primera vista en el cuerpo, y en el alma sólo pocos alcanzan a notarla, y yo he vuelto a bailar, a sonreír, a viajar, a abrazar. El camino fue desértico, obscuro, sinuoso, difícil. Hoy es mucho más luminoso, y sinuoso también, y ha sido todo un reto andar este camino con nuevos paisajes, nuevos zapatos, diversos terrenos. El ritmo ha cambiado, cambia de un momento a otro, dictado por pasitos pequeños que corren por la casa, dictado por las tareas escolares, el parque, la alberca, el consultorio.

Ahora tengo tres hijos, uno guardado en el alma, los otros dos también en el alma, y brincando por los sillones, riendo a carcajadas, aprendiendo y creciendo. Y ahí estoy, celebrando sus palabras nuevas, sus letras, sus andares. Mirando el camino andado y el que falta por recorrer..... sabiendo que soy la misma, y todo diferente.

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